Como en una serie de acción. Un sujeto toma secuestrado un avión en pleno vuelo. Toma rehenes y amenaza con hacer estallar un artefacto. ¡Boom! Y adiós.
Pero claro eso, como lo dije, en una serie de acción o una película. Lo que sucedió hace unos días en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México no fue más que una farsa, un montaje mal hecho, de esos donde se ven los hilitos de los títeres que forman parte de los efectos especiales de una película de serie B, como las clásicas de “El Santo”, por supuesto, con todo respeto para el ídolo de la lucha libre mexicana. Esto del secuestro del avión fue un circo. De risa. Televisa y TV azteca, a la par, hacían su exclusiva. Por más de 2 horas transmitieron el suceso. Creo que estaba el inútil de Carlos Loret de Mola transmitiendo en vivo y no recuerdo quien más, da lo mismo. Quienes fueran, aseguraban que había siete secuestradores, de posible nacionalidad venezolana, colombiana o boliviana. Henchían a la policía federal por su accionar impecable en la toma del “terrorista” (parte de a prensa local, la de la nota amarilla, así llamaron al tipo este), sin una sola bala usada, ni resistencia del sospechoso, ni escándalo mayor que un diputado petista enojado por haber sido arrestado. Mucho por sospechar, sin duda. Tomas inciertas desde fuera del aeropuerto no decían mucho y se especulaba, sólo eso. Después lograron improvisar corresponsales con los pasajeros que entrevistaban, donde daban la descripción un tanto ambigua de lo ocurrido. Y es que muchos de ellos no tenían ni idea de lo que pasó en su vuelo, esto en vista de que las autoridades “competentes” no daban información clara. Y con la información que se recibía, un asco. Corresponsales por un día.
Corte a:
1630 horas. Una extraviada conferencia de prensa de Genaro García Luna, que al parecer estaba más en la luna de lo que pudiera pensarse. Explicó que se trataba de un payaso fanático cristiano llamado José Mar Flores Pereyra, de nacionalidad boliviana, radicado en Oaxaca, México, hace 17 años. Confeso adicto a las drogas y al alcohol. Con antecedentes penales en Bolivia, pero ahora es un “pastor cristiano”. Y que exigía sobrevolar siete veces el Distrito Federal, algo así como un ritual numerológico, sin embargo, al notar que eso era mas estúpido de lo que suena, pidió hablar en tierra con Felipe Calderón, para advertirle que algo catastrófico pasaría en México, un terremoto y otras calamidades.
Tiempo después, el supuesto secuestrador habló a la prensa. Explicó lo antes mencionado de su voz, so pretexto de que quiere mucho a México y por eso, con unas latas de Jumex, un reloj digital y unos lets (por aquello de que no se la creyeran), se le ocurrió fabricar una bomba apócrifa. Entre sonrisas, expresó que sólo fue para darnos su “mensaje celestial” por los medios que le fueran necesarios.
Después se supo que este sujeto tiene por nombre artístico, Josmar. Y ha grabado no sé cuantos discos con cantos y alabanzas cristianas. Poco importa.
Datos más, datos menos. La pregunta real es. ¿A estas medidas de distracción ha llegado el gobierno fascista de Felipe Calderón? La influenza, el secuestro, los atentados en Michoacán. ¿Que sigue para mantenerse con el mote de “héroe nacional” a placer? Es capaz de todo. Suficiente, ¿no creen?
V.
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