miércoles, 19 de septiembre de 2012

Cadáver 001.

El sueño te llama: te vences al sueño. Hierve el karma: le dejas un camino marcado de sal. Cristalizado. Finges una muerte que, desde siglos se pretende fingir. Quedan pedazos de papel, un rompecabezas milimétrico. Ármalo, encuentra las piezas, atrévete a encontrarlas. Un grito en la espalda aumenta la tensión. Los ojos se mueven rápido, el cerebro libera adrenalina, sudor frío…estás listo para el combate. El tiro certero entre los ojos, la mirada desorbitada y la sangre escurriendo por los brazos, fueron el indicio de que algo anda mal. ¿Cómo es que no lo supo antes? Se quitó el sombrero y lo lanzó a un lado, después limpió bruscamente la sangre de sus brazos en su playera rota. –Era un juego – repetía en su mente una y otra vez, pero la idea cesó cuando llevó su mano al hoyo que había dejado la bala. Un tiro, sólo eso, uno, qué molesto, qué sangriento, qué demente. Sólo un perturbado, nada más. Perturbados. El campo de batalla del diablo es también un jardín florido. Una constante turbulencia de amor-rencor-odio-cariño. La tragedia en una pesadilla es el alimento perfecto para las almas entregadas a la sumisión. Rendido ante tu propio miedo. Nunca antes tomaste a las letras como escudo y nunca más deliberadamente podrás retomar el camino al interior. Te alejaste demasiado y ahora, a la deriva, pierdes la secuencia de tu propia historia. Anulas la memoria, quemas las naves, viajas a ciegas. Como sin rumbo, sin intención, cuando su intención era totalmente conocida, sino estuviera enfermo, enfermo de cólera y ansiedad. Lo que sea que hiciera, salía al revés: pidió la muerte, consiguió la vida eterna; obsequió amistad, recibió traición; regaló palabras, recibió silencios. Atento al llanto, un sonido lejano, más agudo, más fuerte. Sus pies se pegaban al suelo, se derretía. El llanto, lo enloquecía. Cinco pasos más hacia el origen, un callejón, una sombra, una guitarra. Chio Corona, Victor P.

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