sábado, 22 de septiembre de 2012

Un Mundo Aparte.

De la regadera cae el chorro tibio del agua que ilumina a tu cabello y lo arrastra hasta tus hombros. Cae tan largo que parece infinito. El cauce se mueve feroz, rozándote y haciéndote tibia al tacto de mi cuerpo con tu piel dulcificada. La cascada rompe enérgicamente en tus pezones, la cima más suave a escalar. Se desliza por tu espalda y mis manos le siguen hasta que cae a tus pies y se pierde sin más. En este momento, la locura sólo compite con las gotas que nos abundan en este lugar aparte. La razón no está implicada en esto, hace mucho que dejó de estarlo y nos devolvió el desquicio necesario para sentir intensamente, para sentirnos intensamente, para crear, desde cuatro paredes, un mundo infinito, una burbuja que nos toma y nos libera. Estoy inexorablemente apasionado. Yo no me distraigo, aunque a veces, debo agregar, me pierdo en ti, en esa avidez de imaginar como iniciar a tocarte, desarrollando el juego de texturas físicas, determinando mi lugar predilecto, escogiendo un lunar con vista panorámica de tu espalda, luchando contra esa ansiedad de la cual tú tienes la cura. Acerco nuestra desnudez y acerco nuestras miradas; nivelo el enfoque, me deslizo en tu cintura y me dejo ir con ella, contigo. Nos mantenemos jadeantes. He de envolverte en espuma de jabón que se desliza entre mis dedos y la distribuyen por tu dermis; el agua la borra paulatinamente: pretexto perfecto para volver a distribuirla, una y otra vez hasta pasearme por completo en ti, y sentir ese palpitar que conmueve a tus senos envueltos en mis manos al paso de mis caricias con agua tibia. Nos abrazamos desnudos, las yemas de mis dedos recorren tu silueta, el contacto aparte. Miro desde la cima, calculo la distancia y me entrego voraz a tu cuello preso de mis besos. Reconoces mis labios al instante. Noto que te estremeces cuando acerco mis intenciones de morderte. Tu respiración se rompe como un cristal y con raudos espasmos aumentas la cercanía. Seguro mis ojos no disimulan la sed que tengo de ti, así como tu mirada no puede ocultar el hambre instintiva que te asedia. Nos tocamos, tus manos encuentran su propio camino y al sentirte, incluso olvido que nos estamos empapando aquí. El cuarto de baño se congela, las gotas de la regadera se congelan… el universo entero se congela. Envuelta en blanco yaces ahora en un lecho tenue. Cabello húmedo y la tibieza de tu cuerpo que se desprende en una impresión inmortal y, ese aroma tuyo que tan bien conozco y me enloquece. Invade mis poros, mis fosas nasales, me refresca, me excita y me dispersa. La escena es de dos depredadores acorralados. No te intimidas cuando me lanzo a ti. Tu sonrisa sensual me reta, me llama y alimenta mi perversión. Tus movimientos femeninos complementan lo insaciable. La música ya suena y se coordina con los latidos. Se sueltan las ataduras de tu pelvis cuando te levanto de la cintura y te acerco a mí. Mi lengua te describe las sensaciones vivas en tu pecho y te avisa del recorrido hacia tu vientre, como el magma de un volcán te va incinerando el deseo. Las sensaciones ya están enlazadas cuando me detengo en tu ombligo. Sabemos que es inevitable gritar. Sensaciones aparte. Yo, atrincherado en tu pubis, alcanzo a lanzarte una mirada, una señal como último trazo de una soga en el risco… y te sonrío. Disfruto el aumento del temblor en tu cuerpo mientras mi aliento te susurra poemas cortos. Te recorre un choque eléctrico que te eleva cuando mis labios rodean tu clítoris en un afán de reconocimiento al gusto. Me apodero de tu sensibilidad. Aumento la velocidad de mi lengua y me robo un millón de suspiros tuyos que presionan en silencio. Mis dedos se encargan de arrebatar tus gemidos. Los guardo para mi viaje junto con la húmeda evocación del trayecto, iluminado tan sólo por la lámpara en la pared. Mi cabeza situada entre sus muslos recibe el calor de tu placer. Tus manos atrapan al aire y jalan las sabanas como pidiendo asistencia… me tomas del cabello y nos perdemos… nos miramos, emites destellos. Te bebo en vino, inspiración lírica del hematófago. Te desprendes y me dejas tirado, dúctil e hipnotizado. En ese trance aprovecha tu boca para conocer mis cantos vítreos. Me envuelven tus labios y el roce me deja una cálida tela de saliva que mitiga y derrumba a mi alma. Indefenso me dejas. Mi fuerza se va con el aliento entrecortado y tu espiración constante. Me hundo en las sabanas al instante que me ves de reojo. Me hundo en el espacio, gravedad cero. Cometas pasan de cerca ahogando mis gritos. Mis manos juegan con tu cabello, las tuyas con el destino. Después, mi vista al techo, tus labios enganchan un espasmo. Doy una bocanada y cierro los ojos, nada más un segundo para no perderme de tus formas en contra de la luz que rebota en el espejo…el espejo que me devuelve una visión oculta de ti. Soy un ente que trata de poseerte navegando desde tu interior. Entré en forma de aliento abriéndome camino por tu sexo, acariciándolo y haciéndome parte de ti mientras lo integro a mis labios. Encuentro la manera más extensa de sentirte y desesperadamente te acaricio toda, como si de eso dependiese nuestra presencia en esta continuidad temporal. Tu femineidad se acopla a un tiempo en una danza ritual sagrada. Indecentes de placer, cándidos de lujuria, prestos de deseo. Inmaculados, mojados, escandalosos. Inmortales desvergonzados. Me quedo dentro de ti y penetrada me abrazas con tus piernas en nuestra expresión inédita de excitación. Tomo tus pies que avanzan en infinitos pasos que voy besando. Escribimos letras en el aire. Soy tu intrínseco adorador. Sentada sobre las nubes que coloqué debajo, para ampliar el sendero de nuestro orgasmo, te vas filtrando enteramente. Me quedo aún más profundo en ti, con ferocidad te entrego un estertor y me coloco sobre tu sombra. Tan tuya, tan mía. Tiempo aparte. Un tierno beso abre nuestros hálitos. El hermoso goce de estar frente a frente. Gotas de mi sudor se quedan en tu rostro, rastros de mi éxtasis se quedan en tu vientre, en tus muslos, en tu almohada de nubes, en tu espalda que desemboca en tus nalgas que son oleaje apaciguador, inefable recorrido carnal con sus descansos en gritos, palabras de muda sensualidad, mordaz escarceo de colores, luz y sonidos. Nos volvemos flor de loto. Te apoyas en mis hombros para no perder el acalorado equilibrio; mis brazos te rodean completa; las piernas entrecruzadas impulsándonos en un baile completo y coordinado. Nos sonreímos y recitamos odas a la noche que nos cubre de hechizos. Un estallido sensorial interminable el de nuestras lenguas chocando. Estamos expuestos. Me conecto en un parpadeo y ¡esa explosión! La habitación da vuelcos con nosotros dentro sin dejar de abrazarnos, sin salirme de ti. Despegue inminente. Te mueves como un péndulo sobre mí. Meces mis sueños, mi sangre y mi vid. Llevas el ritmo de mi taquicardia, de mi temperatura. Muerdes mi hombro y apagas un murmullo. Dibujas con tus uñas formas únicas en mi espalda. El centro de mi ser sucumbe en total rigidez. Soy tu ritmo de inexorable magia. Vamos a la orilla del risco, sin protección, directo a caer, sin límites, nada. Trazados en la carne. Soy el ser fálico deliberando abundar en tus resquicios sexuales. Somos sensualidad unificada que desborda de la cama y cae al infinito. Me ves desde arriba y luchamos recalcitrantes. He descubierto el universo mismo en tu vagina. Viajo tan vertiginoso que pierdo el control. Se confunden nuestros gemidos, nuestros rostros se pierden en delicia y calor. Alzamos nuestros cuerpos guerreros al no poder contener más nuestra ira y bufamos como salvajes. Hemos vencido. Conocimos a la vida y a la muerte en un mismo sitio bebiendo cerveza. Luchamos como nunca. Guardamos el dolor-placer. Placer aparte. Quédate sobre mí. Compartamos el calor. Cúbrete en mis brazos, nivelemos nuestra respiración. La sangre fluye en paz ahora. Cerremos los ojos, recuperemos energía. Sonríes.

 Víctor P.

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