--De ida.
De salida estaba, mi mano rodeaba y avanzaba por la acera. Paso firme, pecho altivo y frente destructora de ilusiones de la otredad. Y voy guardándome fotográfica y arrogantemente el ambiente. Casi desdeño al montón de pasto, me importa poco la reja a medio cerrar, me río del teléfono público, la esquina que doblé no le vuelvo a ver y he pateado al trozo de concreto que se ha desprendido de alguna casa, la cual no identifico.
Hasta puedo creer que estoy a punto de un despegue inenarrable, lo tengo tan presente.
En un momento después, desgracia…¡oh pesar de no encontrarle! ¡Sólo un segundo de descuido! Caminaba como sin rumbo y al final percatarme de que no me arropaba más. ¡Sufrir! ¡Asistencia espiritual invoqué! Pertrecho macabro que ya no ensambla en mi existir a causa de la disonancia en mi cabeza. Y la desesperación que pulula. ¡No a la desesperación! Tráeme su suavidad alrededor de mi mano una vez más. ¿Donde está? Me retuerzo de ideas y especulo hasta causarme jaqueca, sin embargo, no doy con la respuesta. No se me ocurre otra opción. Recuerdo, el montón de pasto, la reja a medio cerrar, el teléfono público, la esquina que doblé, el trozo de concreto que se ha desprendido de alguna casa. Retorno, caminar sobre mis pasos. Rastreo cual sabueso, mi mirada atiende cada centímetro delante de mí, pero fracaso. Frustrado llevo mis manos a mis cabellos, que lucen ya despeinados (siempre lucen despeinados). Me quedo pensando y pensando, rápido y espaciado. ¡Retirada! Mis acciones ulteriores modificadas por completo a causa del mi pérdida. ¡Estúpido! No dejo de reclamarme como si eso pudiese cambiar la trágica situación. Sigo mi camino, avanzo pero dejo la mirada kilómetros atrás, sabiendo que pude hacer mas, sintiendo que algo me falta, que he fallado y que no merezco la benevolencia del suspiro. ¿Y acaso sabrá que ya no esta sobre mí?
Devuélveme tu hilado magistral, esas grecas formadas como una tela de araña, grácil expresión que me dejas y que recuerdo tener desde el momento en que me fue dada.
¡Ah!! Pero como transcurren las calles y no puedo recuperarme. Voy hidratándome para no marchitarme con los segundos que voy contado imperiosamente. Mis dedos gruñen, mi quijada rechina, mis ojos observan todo, como al acecho. Cuidándome de mi alrededor, completamente tenso y molesto, a la defensiva como un gato. No, no estoy bien. Me voy sofocando de recordar donde. De sentir la textura (imaginaria) que ahora no esta y sigo tocando mi articulación tratando de dibujármela como por conjuro.
Salgo de mi somnolencia.
Apenas me movilizo, mi cabeza choca con algo, la cara de alguien, creo, o algo que parece alguien. ¡Impertinente ser! Casi me lío a golpes con el tipo. Estoy presionado, al grado de la demencia. Necesitaré mi energía para el regreso, lo sé. Detén esto, mente inconsciente, o terminarás peor que el aspecto perruno del sujeto enfrente, que resopla exaltado por el reto infringido. Incluso se pueden ver las venas en su rostro, su flujo sanguíneo malsano, y su nariz enrojecida por mi anterior golpe de cabeza. Eso me causó risa, pero no bajo la intención felina, me asusta mi decisión por encima de la razón, pero es agradable hasta cierto punto.
Listo para el embate…
pero… se retira.
¡Carajo, he perdido mucho tiempo ya! Me he dibujado una risa enferma y arrogante.
Por un segundo afirmé que me despejaría. ¡Inocente! Aún me persigue el espectro del incidente. Soy tan necio…
¿Y la inercia? (Fin de la primera parte)
Víctor P.
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