lunes, 25 de noviembre de 2019

Alejandro G. Iñárritu nos deleita con su western: "The Revanant".




(Artículo del 2016)
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¿Cuántas formas de lucha existen en la vida? ¿Cuántas batallas por enfrentar? Y, ciertamente, ¿Cuántas formas hay para morir Y revivir? Literal y figuradamente hablando. "cae 7 veces y levántate 8", dice un refrán oriental.
Alejandro González Iñárritu y Mark L. Smith adaptan su guión de la novela de Michael Punke que, a su vez, está basada en un hecho real. Coloquémonos en los inicios del siglo XIX, en lo profundo de la Norteamérica salvaje junto a Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) y su grupo de cazadores, en el medio de tierras sin dueño y guerras entre tribus nativas desplazadas y abusadas durante años por los inmigrantes europeos. Glass resulta herido mortalmente en su avanzada por el bosque y es abandonado a su suerte por el ambicioso y execrable miembro de su equipo, John Fitzgerald (Tom Hardy).Resultado de imagen para The Revanant"
Es un hecho que Iñárritu nos ha acostumbrado a los planos-secuencias rayanos en lo visceral. No en el aspecto grotesco ni de mal gusto, más bien en el sentido psicológico, planteado me manera muy ingeniosa y apoyado en múltiples detalles que complementan las escenas (recordemos que su pasada película, “Birdman”, está filmada, de hecho, como el plano secuencia más extenso).Resultado de imagen para The Revanant" En “El Renacido”, por ejemplo, es sencillamente brutal. Ya sea que se nos presente un plano tan amplio que produzca agorafobia, o uno tan a detalle que el vapor o la sangre se nos salpique en la lente detrás de una interactiva y brutal emboscada. Dicho sea de paso, Emmanuel Lubezki se luce en la fotografía de este hermoso western. Se vuelve una de sus grandes glorias, pues, planos secuencias de esa longitud no se habían iluminado naturalmente y en esa estructura exacta anteriormente. Nótese en momentos cíclicos como la lucha contra una osa Grizzly; secuencia extremadamente larga, al igual que en la primera emboscada al principio de la película, que, por abruptas, se entreveran con la mezcla de sonido que hace que una escopeta estalle casi junto a nuestros rostros, ahí el gran trabajo de edición de Martín Hernández.
Aunado al clima hostil; los peligros de estar completamente a la deriva luchando contra el pleno avance de la naturaleza impetuosa; los enfrentamientos territoriales de los nativos norteamericanos; la soledad; el rencor que se alimenta de la misma carne; tenemos, además, que el explorador Hugh Glass apenas si logra moverse por su propia cuenta. Y como única arma cuenta con su voluntad. Y justo eso vanagloria esta alegoría cinematográfica-literaria: el increíble poder del espíritu humano. Una gran aventura de supervivencia, reencuentro y furia. En abundancia: recorrido por el film nos transmite totalmente el contexto de locura y ansiedad. Es imposible, en sus dos horas y media de duración, parpadear o pensar en levantarse siquiera, ni en aquellos momentos donde la narrativa se apoya en retrospectivas fungen como esencia onírica para remitirnos a momentos más humanos. Inexorablemente todo regresa al atroz presente; el horror.
Es posible que el rodaje en las Rocosas canadienses hubiese influenciado mucho en el aspecto y la interpretación de los personajes, sin demeritar el gran trabajo histriónico que conlleva. Muchos pulgares arriba se destapan para el antagónico, John Fitzgerald, en la increíble personificación de Tom Hardy, pero este momento, considero, puede ser el bueno para que Leonardo DiCaprio se lleve su tan anhelado premio Oscar con este gran papel. Suerte en las premiaciones para “El Chivo” Lubezki, Alejandro Gónzalez y Martín Hernández, verdaderos magos del cine, la luz y el sonido. Y no olviden ver esta gran obra y sentirse orgullosos cuando termine.

Víctor P. 

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