Dedicada al Güero. Un gran y admirable amigo canino que nos
mostró la forma de vivir con verdadera convicción.
Jamás conocí guerrero más fuerte. Caminando a su lado erámos
invencibles. Sin más armadura que el viento vencimos a la maquinaria cruel y a
los rivales más ominosos a puño y colmillos. Nos unificamos con la naturaleza.
En esencia un mismo pulso. Nos enseñamos a recorrer el camino en la oscuridad.
Bestias indómitas derrumbando muros. Corrimos libres y hasta quedar sin aire en
los pulmones.
Ejemplo de valentía y fuerza. Fiel amigo, el mejor. Nunca
abandonó su puesto y nos cuidó sin importar el costo y a cambio no pedía nada.
No hubo rivales grandes para ti ni heridas que no sanaran. Lamías tus llagas
con la serenidad del maestro zen y retornabas como Anubis, listo para marcar
tus pisadas en la historia.
Nuestro amor te cobijaba. Siempre lo supiste. Siempre
tuviste disponible un abrazo sincero y todo tu tiempo para nosotros.
Aullamos juntos a la luna en nuestro idioma inigualable en
las noches incomprensibles; y danzamos bajo la lluvia hasta no sentir los
músculos. ¿Cómo no sentir tu ausencia y no notar ese espacio que dejas? Detrás
de ti llega otra generación de gladiadores que admiran tu leyenda. Insuperable
maestro del tiempo.
Sigue tu camino, hermoso y luminoso ser. Espera nuestra
llegada cuando crucemos el río del Mictlan y nos vemos del otro lado. Nuestra
amistad es nuestro lazo de vida y así no nos extrañaremos tanto. No habrá
necesidad de llorar más. Ve, vive así, eternamente; como la única leyenda que
logró vencer al tiempo sin dejar de sonreír. Gracias por todo, infinitamente.
Víctor P.
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