Dices: pobre humanidad; putrefacta en su escondrijo
ontológico. Sustentados todos por un catéter de ego y lástima. Ego de
nacimiento y como condena eterna; lástima sin indulto, otorgada por voluntad
propia, adaptada como enfermedad y consumada como autoengaño.
Dices: pobre futuro, y ya no sabes si eres Dios o mártir;
héroe o proscripto; real o ficticio. Futuro que no existe, por el cual no hay
lucha y ya nadie da un centavo. Movimientos de artificio; gritos simulados.
Aire simulado. Confianza simulada. Apego simulado.
Dices: pobre infancia. Ataviada de evocaciones y lamentos;
pisadas atemporales y risillas cadavéricas. Recuerdos que no valen; llantos que
dragan. Hambre de respirar; hambre de algo distinto.
Dices: pobre ilusión; difuminada por la ceguera. Apatía, la
condición por antonomasia; lo que fluye por las venas desde hace siglos,
eones...desde siempre.
Dices: pobre naturaleza. Y abandonas tu alma para mantenerte
anestesiado y absorto. Tu frágil, desesperado y patético encuentro metafísico.
Recoges sombras que te adueñas y les colocas nombres cual logros. Alardeas un
poco y te tiras al olvido. De cualquier modo, no te perteneces.
Dices, una y otra vez: pobre humanidad. Empero, pobreza de brío. Aquel brillo del que
se presumía y se vanagloriaba, simplemente nunca existió. La tragedia es todo
lo desperdiciado en fantasmas de gloria; en victorias edulcoradas; en
llamaradas de hastío.
Dices: pobre realidad. Sin embargo, la notable y verdadera claridad, era la
realidad. Tergiversada, escupida y ultrajada. Postergada y sometida a la negación. Al final es lo que
nos queda. Lo único.
Dices: pobre del tiempo; rasgado en multi-dimensiones;
multiplicando la espera; congelado por el miedo y muriendo de manera constante.
Notando que ya ni parpadeamos, que nos alejamos del sueño, nuestro atracadero.
Notando que nunca importó el avance, no así las ambiciones vulgares. Que
nuestra herencia se basa en estos rastros apócrifos de algo que algún día se
llamó vida.
Víctor P.
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